martes, 21 de junio de 2011

GRANDES FINALES.

Si nos paramos a pensar en la teoría, los seres humanos somos seres sociales. Sin los demás, nosotros no tenemos sentido alguno, y los demás sin nosotros, tampoco. Me produce una grata sensación pensar eso, pensar que necesitamos de las personas para crecer, para sobrevivir.
Pensar que nos alejamos un poquito más de ser animales primitivos, es algo que deberíamos agradecer a la naturaleza. Ser algo más que impulsos primarios, que necesidades básicas... en definitiva, ser algo más.


Siempre he pensado que los guionistas son grandes personas, grandes magos del arte. Y es que con sus escritos juegan con sentimientos. Saben, que cada palabra que escriban en su guión, será la responsable de una risa, de una lágrima, de un escalofrío. En conclusión, de una reacción.
Grandes finales para grandes momentos. Frases de películas para relaciones de mundo.
En general, las reacciones son fruto de las acciones de personas cercanas a nosotros. Una madre, una amiga, un novio, pueden arrancarte el mayor de los abrazos, como también el máximo de los enfados. Pero en definitiva, son personas que nos acompañan a lo largo de nuestro viaje, y que pocas veces te sueltan de la mano.
¿Qué pasa cuando estamos alejados de los demás? ¿ Qué pasa cuándo estamos solos? Pues que los guionistas son los encargados de proporcionarnos ese arranque de sentimientos que son para nosotros algo así como una droga. 
Me serviré a modo de ejemplo de uno de los mejores momentos que he visto en años. Éste ha venido de la mano de Chuk Bass y Blair Waldorf, dos de los personajes de la famosa serie Gossip Girl.
El link de un poco más abajo muestra la conversación en la que Blair declará su amor a Chuk. Cada una de las frases que dice muestra el amor que todo el mundo busca, el amor verdadero. Y es que intentamos encontrar desesperadamente nuestra media naranja e ignoramos, que el amor verdadero es el amor que nos hace sufrir porque no nos entra en el pecho. Ante éste hecho, se nos plantea una cuestión: ¿Qué prefieres, que te amen mucho, o que te amen bien?


LINK:
http://www.youtube.com/watch?v=RVAa8SnxcaY

CAPÍTULO 1

Bajé del tren cargada de bolsas y con mi maleta azúl cielo que tanto me encantaba, y que tanto odiaba mi madre. Siempre me achacaba los años que tenía esa maleta y la imagen que daba de mi si la llevaba, pero me apasionaba el toque tan Indiana Jones que me aportaba.
No sabía realmente qué hacía ahi. Había abandonado todo lo que tenía, lo que me hacía tan yo para volver a perderme en una ciudad nueva.
Caras nuevas, sitios nuevos... todo lo que realmente no necesitaba. Había intentado alargar el proceso lo máximo que pude, pero tarde o temprano la realidad te alcanza y te da de bruces en la cara. En ese momento, o tienes una maleta vieja y azúl como la mía llena de dinero para huir, o no te queda más remedio que sucumbir a la realidad.
Y ahí estaba yo, sucumbiendo.
Bajé las escaleras de la estación y busqué entre la gente alguna cara conocida, como si eso fuera posible. Ese día el cielo me sonrió y mi hermano me estaba esperando, dispuesto a ayudarme con el equipaje.
-¿Cómo ha ido el viaje? ¿Se te ha hecho muy largo?- preguntó Ramón.
Me limité a sonreir. Tenía las piernas engarrotadas de las tres horas en tren que había de viaje. Creí que la respuesta a esa pregunta tan estúpida era obvia.
Aún así, admiro la felicidad de Ramón. Las personas sin luces no paran de ser felices. No piensan, actuan por propia necesidad, y no se arrepienten de sus actos.
Yo en cambio, le doy vueltas a todo. Es otro bonito regalo de los genes maternos. Digo otro, porque el primer regalo que mi madre se lució en darme fue mi nombre, Ginebra.
Llegada a cierta edad, tu nombre puede ser una bendición o un suicidio social, y yo ya estaba harta de la típica broma fácil que se podía hacer con el mío:- Anda, ¡como la bebida!- Siiii rey mío si, como la bebida, o como la mujer del rey Arturo, al que dudo que conozcas por tu cara de cenutrio. Estoy segura de que si Ramón no fuera mi hermano, también me habría hecho esa broma al conocerme. Pero le quería igualmente.

Me hice la dormida durante el trayecto a casa, porque no quería responder a más preguntas obvias. Ojalá el viaje en coche hubiese sido más largo, pero en veinte minutos llegamos a nuestro destino. A partir de ese momento, mi vida se convirtió en una montaña rusa.