viernes, 15 de julio de 2016

SON MIS AMIGOS

Un día descubres qué es la envidia y no hay vuelta atrás. Demasiado tarde para no volver a sentirla. Siempre te venden la moto de que hay una envidia sana... Qué gran mentira. El sentimiento de envidia es horrible. Se apodera de tu humanidad para ser un despojo de sentimientos de decepción hacia uno mismo y de miseria hacia los demás. En un momento pasas a desear la buena suerte del otro; su belleza; su coraje. Algo que no te pertenece a ti, o bien por destino -si así lo quieres llamar- o bien porque no has tenido el valor para dar un paso al frente y hacer lo que el otro hace. 

En definitiva la envidia no deja de ser un quiero y no puedo. Una necesidad impetuosa de tener algo o ser alguien que no tienes o no eres. 

Y realmente el miedo, el poco valor, frena a las personas para poder volar libres a sus antojos de superación. Los estereotipos sociales juegan aquí un papel fundamental, pero no vamos a teorizar en ello más allá de un puro nombramiento puntual. Dado el caso de un interés superior en el tema de estereotipo seguro encontrareis un amplio abanico de libros y/o estudios de gente inteligente que hablan sobre ello. ¡Y ahí está otra vez! Ahí, escondida entre líneas, ¡ahí! La envidia. Porque yo querría ser uno de esos señores inteligentes que hacen estudios inteligentes sobre cosas inteligentes.

El tema es que hace tiempo que no sé quien soy y, peor aún, no sé quién quiero ser. ¿Una aventurera voluntaria internacional al galope de una mochila y buenas voluntades de vivir experiencias y servir a la sociedad? ¿Una gran profesional de mi ámbito que hace estudios inteligentes sobre cosas inteligentes? ¿Una eterna estudiante empedernida o una emprendedora social? ¿Una Indiana sin ataduras que marchiten el corazón o una mujer de relación? 

¿Se puede ser todo? ¿Se puede ser todos? ¿Se debe ser todo? 

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